ASEO
Espada y escudo en mano, Juan José se alistaba para asear el pasillo de los directores. Los azulejos de color plomo con que se dividía uniforme el piso, le daban una referencia para organizar su labor. "Cuarenta cuadrados hacia adelante, seis cuadrados hacia el costado", pensaba Juan José, y enseguida remojaba la mopa en el tacho y la deslizaba por la superficie. Mientras tanto, Ana María Sierpes, con su indolencia habitual, limpiaba las paredes blancas, que junto a las cerámicas plomas, daban al lugar un paisaje parecido al de un hospital público.
POR LAS MAÑANAS
Juan José llegaba una hora antes del inicio de cada jornada. Encendía la estufa a parafina, desenvolvía su sándwich de pernil y cebaba unos mates mientras repasaba las tareas del día. El olor del combustible proveía al cuartucho de una masa flotante e invisible, donde revolvía sus pensamientos. "La Martita... donde estará la Martita", pensaba Juan José por las mañanas, sosteniendo en su mente la figura de aquella mujer hasta su fugaz disolución, cuando alejaba la bombilla de sus labios, levantaba la tetera y volvía a verter el agua sobre el tarrito con la yerba.
VIDA FAMILIAR
Salvo un tío abuelo cuya carrera de carabinero había terminado una noche de luna llena, cuando fue
sorprendido dentro de un guanaco disparando una pistola que no era la de
servicio precisamente; o un primo de apellido Pérez, con intentos infructuosos
por entrar a la escuela de oficiales de la armada, el resto de los familiares de Benji nada tenían que ver con la salvaguardia de la nación. Su papá, acérrimo
apostador, se había ido de la casa cuando él tenía tres años. Su madre, de
oficio diseñadora, no albergaba en su vida la rigidez.
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CALENDARIO
A comienzos de cada mes, su profesor colgaba un calendario
con los eventos conmemorativos. Benji se acercaba
inmediatamente al diario mural y los anotaba en su cuaderno. Si es que el mes se privara de
alguna hazaña o, en su defecto, no la hubiera (cosa impensada para Benji), volvía a su puesto con el
pelo encrespado de tanto tirárselo y se quedaba en silencio, sin
obedecer instrucción del profesor.
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AFICIÓN
Benji sentía una afición descarnada por los símbolos patrios. Cada lunes por la mañana, se alistaba a la cabeza de la fila para presenciar el acto cívico. Sus compañeros de curso combatían la quietud comentando en secreto las últimas versiones de los juegos online. A Benji, en cambio, nada más le importaba. Con la actitud de un soldado raso, erguía su cuerpo y su vista inmóviles hacia un punto fijo y esperaba los primeros acordes del himno nacional.
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