miércoles, 10 de diciembre de 2014

Lo que piensa Michelle mientras toma el té

Es fácil esquivar las balas tras tus hombros, Peñailillo ¡Qué reserva de hombre! Me duelen las orejas. La escarcha de la mañana se parece al hielo con que Rodrigo se apresta frente al micrófono… “el modo de actuar se ciñe a los lineamentos de nuestro plan… de ahí en más, todo es especulación” ¡Qué certero! Sofía anda muy distraída. No la culpo, los hombres concisos son capaces de distraer a cualquier mujer. Mi padre, por ejemplo, era un hombre conciso. No escatimaba tiempo en meditar soluciones, y sus respuestas eran siempre muy precisas. Recuerdo a mi mamá consultándole su parecer frente a cualquiera problema. Ella, mirándolo con detención, como queriendo adivinarlo. Él, concentrado, ajustando sus pensamientos, milimétricamente. A veces creo que su semblante indagatorio era a propósito, y escondía una leve pretensión... esa sabiduría aparente en la que mi mamá sentía tanta seguridad. Los medios no valoran la concisión, siempre sospechan. Tras respuestas precisas deducen que: o hay fundamentalismo o hay falta de argumentos. Rodrigo, sin embargo, no se ciñe a ninguna de las dos. Es certero, es brillante. Su tono de voz y la forma en que modula las palabras podrían disfrazar hasta una burrada. Le ha hecho bien el nuevo cargo. No me refiero a que antes lo hiciera mal. Sólo que su vieja melena le daba un aire poco serio. Hoy, la gomina lo dota de pulcritud. Y le suma edad... Se parece a un morocho alemán que conocí en una de las reuniones de partido cuando estuve en el exilio, en Berlín. Claro, en aquella época no había tiempo ni energías para mirar a los hombres con otros ojos que no fueran los de la lucha. Además, estaba casada con Jorge. Tuvimos al Panchito y tiempo después nuestro matrimonio empezó a deteriorarse. No es la falta de romance la que termina por diluir los sentimientos, sino la fuerza con que la historia te aplasta. Algunas parejas salen vivas porque enraízan un sentido común, una dirección. Las otras irremediablemente remarcan un abismo. La Sofi me preocupa. El Nico, su pololo anárquico, se parece mucho a Alex en su juventud. Aunque, lógicamente, con menos sustancia. Hoy los cabros parecieran revelarse ante un pitito. En mis años, en cambio, Alex y yo nos enfrentábamos al estallido de las bombas... ¿Qué será de Alex? 

A estas horas Rodrigo debe estar ajustando el discurso de Elizande. ¡Puchas qué le falta a Elizalde!... ¡Puchas qué le sobra a Rodrigo!

jueves, 4 de diciembre de 2014

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Bitácora de una stripper

Andrés –el comprometido– había insistido a sus amigos, al borde del hostigamiento, que no deseaba una stripper. Manuel Miguel, mejor amigo de Andrés y organizador del evento, proponía lo contrario. “Las desgracias deben celebrarse”, decía. El resto de los involucrados en el asunto dudaban de los verdaderos deseos de Andrés, escudriñando en su negativa dos razones: la primera, suponía una aprensión pre-marital de parte de Laura, quien lo había anulado desde los comienzos de su relación. La segunda, consecuencia inmediata de la anterior, refería a una auto-restricción de sus impulsos, la cual disfrazaba, cada vez que se le interpelara por aquella conducta, bajo la frase: “La madurez hace hombres nuevos. Cuánto les falta, queridos amigos”.

La sobriedad con que Andrés deseaba celebrar la noche previa a su compromiso-para-siempre, obligó en sus amigos un plan de contingencia. Un plan que, en palabras de Manuel Miguel “vendría a subsanar su desavenida y menoscabada virilidad”.




Ilustrado por Maca y Rosa

Departamento de Manuel Miguel
22:15 horas

La noche, como la nostalgia, envolvía al grupo de amigos. En estos tiempos, crueles y vivos tiempos, no cualquiera asumía un compromiso tan radical y tan amoroso, o tan amorosamente radical. Sobre todo con un par. Y opuesto.
El primer choque de copas sonaría sin más.

–Amigo Andrés, que te estimo por sobre mi altitud… –dijo Antonio, quien con su mollera topaba el cielo del departamento– quiero decirte, que aunque estés cometiendo el mayor error de tu vida, te apoyo con mi corazón ¡Salud!


Y todos estrecharon los vasos.



Marco levantó su copa y prosiguió con el brindis. 

–Las palabras sobran querido Andrés… No creo, aún no creo que procedas con una decisión que ninguno de nosotros aprueba. Sin embargo, te quiero ¡Salud!


Y todos estrecharon los vasos.


Manuel Miguel guiñó un ojo a ambos y disimuladamente volteó hacia el comprometido. Éste, los miraba extraviado, como quien ve pasar un día cualquiera su propia vida por televisión.


22:17 horas

El brindis desgajó el rostro de Andrés en distintas muecas. Muecas que recorrieron sus ojos, su mentón y su boca. Muecas nerviosas que deseaban disolverse hallando el sentido de aquellas palabras.

Observó a sus amigos. De pronto, un haz de luz inundó su corazón. Sus entrañas, como si fueran víctimas de una gran verdad, se llenaron de calor. La tibieza subió por sus venas y se alojó en su rostro. Aquellas voces no eran extrañas, pensó. Aquellas voces eran sus amigos.


Sereno, alzó la voz y dijo:


–No pueden bromear así con la decisión más importante de mi vida.


Y todos rieron.


23:35 horas

El alcohol decrecía generoso a favor de la risa y la camaradería. Los amigos comenzaban a sumergirse en la noche oscura.
Previo gesto de Manuel Miguel, Antonio y Marco recordaron sus tiempos universitarios. La actitud despreocupada, casi contemplativa, con que se hacían a las horas. Acortaron el camino y le enrostraron al comprometido su pasado.

Uno a uno, los recuerdos fueron punzando el rostro de Andrés. Sus mandíbulas se tensaron, aprisionando sus dientes y su lengua. Su cabeza parecía un globo apunto de estallar.
–Aunque gloriosos instrumentos en el pasado, todos tranzamos nuestros vicios por alguna mujer...–dijo Antonio– Sin embargo, aquello no significa volvernos personas diferentes… ¿no es cierto, Andrés?

1:30 horas

Entonados por el alcohol, al cual harían responsable de sus dichos al día siguiente, Manuel Miguel, Antonio y Marco pusieron en efecto el golpe final.

–Tras el papeleo civil, la domesticación de hombres como Andrés es el curso natural –dijo Antonio.


–No hace falta una firma -dijo Marco– En la vida de un hombre cualquiera, mujeres como Laura sentencian las historias… con finales infelices.


Manuel Miguel les devolvió una sonrisa y los instó a seguir.


–Te conocimos desatado Andrés… –dijo Antonio– Hoy, ni tu sombra. Laura controla tu vida, tú disfrazas ese control en una actitud responsable… Años atrás, una stripper era la coronación de nuestro fin de semana…


1:35 horas

Con la dificultad propia de sus expresiones, Andrés se incorporó en el sillón. Se engulló el vaso medio lleno que tenía apretujado y envistió, cual escudero, un discurso que reivindicaba a su prometida.



Ilustrado por Maca y Rosa

1:59 horas
Antonio fumaba un cigarrillo. Marco lo miraba con ojos desahuciados. Manuel Miguel yacía sumergido en la aridez de su copa. El plan, cuyas provocaciones habían buscado despertar en el corazón de Andrés algún instinto insurrecto, había fracasado. No había hilo del que se pudiese enhebrar una herida. No había restitución de virilidad. No habría, por lo tanto, una stripper. El amor, como siempre, le había ganado al hombre.

2:05 horas

Entre la espesura de colores y formas que desdibujaban sus estados, se escuchó una voz.

–Deben –dijo la voz, haciendo un esfuerzo por hilar– deben tener valentía… largos son los caminos, la compañía es escasa… Yo estoy enamorado, profundamente enamorado… ¿Acaso no lo entienden? ¿Acaso no les basta?


Un silencio expectante, de aquellos que aguardan un estallido orquestal, abarcó el departamento. El cielo y las paredes retomaron su nitidez en los ojos de Manuel Miguel, Antonio y Marco. Aquellas palabras eran las que habían esperado toda la noche. Y ahora rondaban en el aire, libres, como blancos listos de flechar.


–Es que no te creemos –dijo Antonio.


–Nunca te hemos creído –sentenció Marco.


Ni siquiera el alcohol pudo atenuar la desazón que emergió del rostro de Andrés. Su expresión desfigurada comenzó a asustar a sus amigos. Con un codazo, Manuel Miguel apresuró a Antonio en sus dichos.


–Debes convencernos que tu hombría no se ha perdido -dijo Antonio.


–Debes… –sentenció Marco– debes coronar la noche como antaño.


3:03 horas

Sonó el citófono del departamento. Manuel Miguel, Antonio y Marco se tomaron de las manos, revueltos de angustia. Una angustia que socavaba sus entrañas y revolvía caliente su imaginación.

Desde el sillón opuesto, Andrés los observaba en silencio.


Tras la puerta quinientos doce se presentó, con un acento particular, la mujer más sugestiva que habían visto en su vida. Su perfume ácido exaltó inmediatamente cada parte viva y muerta del departamento. Su cuerpo ocultaba ritmo tras un abrigo que caía más allá del suelo. En sus hombros reposaba una cola de caballo que se enredaba hacia el final, entre sus dedos juguetones.


Empresa de la noche, la mujer pronunció unas cuantas palabras y se remitió a lo contingente. Dejó caer sus manos enjoyadas en el término o, quizás, comienzo de su vestimenta. Tomó los botones de su abrigo y lentamente fue abriendo un tajo. Primero fueron sus rodillas. Luego sus muslos negros. Carne maciza, cuyas curvas interiores develaban un camino hacinado, iba dibujándose. Se detuvo en la falda y alzó un fusilazo. Su mirada penetró la angustia de Manuel Miguel, exacerbándola. Se volvió en sus dedos. Su figura se ensanchaba fértil. Su vientre partía desde cero y subía, subía hasta…


Sus vestimentas ardían en el suelo. Su silueta sostenía agonizante el fuego de las intenciones.


La escena se hizo insoportable en los ojos de Andrés. Desquiciado, saltó de su asiento y gritó con todas sus fuerzas:


–¡Yo! ¡Yoooooooooo! ¡Soy yo a quien buscas! ¡Soy yo el comprometido!



Ilustrador por Maca y Rosa

viernes, 28 de noviembre de 2014

Experimento Álbum Santa Lucía

La ilustración que dibujaron mis hermanas Rosalía y Maca había sido un pedido especial para graficar un cuento que escribí. Sin embargo, después de ver la calidad del experimento, pensé que no tenía sentido que ilustraran para mí, porque esta imagen, por sí misma, encierra una historia mucho más entretenida y potente, y que ellas pueden continuar solas :D





TEXTO A PROPÓSITO DEL PEDIDO

El robo



14 de abril de 1873

La ciudad de Santiago despertó con un rumor que lentamente fue esparciéndose entre sus habitantes. La noche anterior, en dependencias del Museo Histórico Indígena, había culminado la “Primera Exposición Nacional de Fotografía” con un hecho que vino a soslayar el excelente trabajo hecho por sus artistas y organizadores. De la sección Santiago ciudad histórica, se habían sustraído cuarenta y nueve fotografías del artista francés, avecindado en Chile, don Emilio Garreaud. El delito habría sido olvidado, como tantos otros tristes sucesos, de no ser porque aquella colección de fotografías, llamada “Santa Lucía”, había sido un trabajo conjunto del artista francés con el intendente de la capital, don Benjamín Acuña Mc Enna.

jueves, 27 de noviembre de 2014

La imposibilidad

¡Que alguien calle a la guagua por favor! ¿A nadie le importa que llore todas las noches? ¿Soy la única vecina de este edificio que se atreve a decir lo que nadie? –gritó una mujer desde una ventana.

A muchos de los que estábamos despiertos nos pareció que aquella demanda estaba lejos de ser justa. Era cosa de acercarse a las cortinas y corroborar la molestia en las respuestas que se sucedieron instantáneas: “¡Vieja Culiá amargada!”. “¡Maricona!”. “¡No fuiste niña tú también, vieja concha de tu madre!”.

*
En los últimos instantes de vigilia, antes de perder la conciencia, pensé en una idea que sería importante para lo que soñaría después: la idea de “falta” como “locura”. Nadie que se precie de una buena salud es capaz de gritar, a las dos y media de la mañana, desde una ventana cualquiera de un edificio, que el llanto de una guagua no es sinónimo de vida, sino todo lo contrario.
*
“Una mujer en la calle fuma, no sabe fumar, viste ropas que no sabe vestir, viene un hombre, le pide que vuelva a casa, que no le importa que sean sólo dos, él y ella, que no hace falta llenar el espacio con alguien más, que para eso están los amigos, el perro, los libros, las plantas. Que un día, ya viejos, revisaran su vida, y que en ella no habrán visto baches, porque las buenas historias la soportan una línea de buenos recuerdos, no la gente que falta, ni las personitas que pudieron existir pero que jamás existieron”.
*
Abro la ventana y el día se divisa gris. Gris como el vestido largo de la mujer que acabo de soñar. Gris como las cortinas de aquel departamento que distingo dos calles más allá. Gris como el smog que se estanca, como las nubes cuando hay mal tiempo. Gris como la melancolía. Gris como la desesperanza de saber que, por naturaleza, algo que uno quiere mucho nunca podrá ser.

martes, 28 de octubre de 2014

Don Ernesto: ¿Profesor?

Pareciera una obviedad decir que la eficacia de un método de enseñanza no radica solo en el manejo que tenga alguien de una materia en particular, sino también en cómo la materia ha de ser de entregada. Obviedad que, suponemos, conocen de cerca todos aquellos que han ejercido alguna vez el oficio de profesor. Sin embargo, en nuestra historia estudiantil (con las revoluciones de los últimos años, hablar de estudios es hablar de una historia paralela, robusta, capaz de caminar por sí sola), no escasean docentes que han saltado esta definición (todavía cuando es bastante precaria), logrando que su recuerdo permanezca en nosotros por motivos por los que ningún otro miembro del gremio quiere ser recordado: enseñar mal o muy mal (y/o enseñar nada). Como este ejercicio quiere escapar a tal ineptitud pedagógica, quiero hablar de don Ernesto, profesor de filosofía en mis años de liceo, de una manera en la que a él jamás se le hubiera ocurrido: imaginando una historia que parte con dos ratones en una cueva. Sí, dos ratones. Uno pequeño e ignorante, al que podríamos llamar “Manuel”, y otro gordo y sabio, al que podríamos denominar “profesor”. El asunto que los convoca es de supervivencia. Manuel no ha comido en días y la única respuesta a su problema se haya aprisionado en una trampa. Es decir, un queso señuelo que espera un movimiento falso para matarlo. profesor propone al chicuelo enseñarle cómo comerse el manjar. Para esto se disfraza de gato. Y le dice: “miau miau, miau –alzando la pata sobre su oreja- miau”. Pese a hacer el esfuerzo, Manuel no entiende el mensaje. profesor lo mira con desprecio. Se saca el disfraz y le dice: “pon atención, tonto”. El ratoncito, que ya no puede más de hambre, se sienta y lo vuelve a escuchar. “Miau miau, miau –alzando la otra pata sobre su oreja- miau”. El gordo le pregunta: “¿has entendido?” Y Manuel, con las costillas pegadas a la espalda, cae de costado, sin entender una sola palabra. Porque así era don Ernesto. Aunque haya tenido poco que ver con el queso, los ratones y los gatos, así era.

viernes, 24 de octubre de 2014

La concha de tu hermana

Por el citófono.

-¡La concha de tu hermana! ¡dejame terminar el encargo de bikestreet y sigo con vos! ¡¿Me entendés?!… Emm, ¿aló?

-Pita querida… Soy yo, Tito... dejate de repartir conchas que no son tuyas y abrime la puerta.

Entré.

Apoyando sus dos manos sobre un mesón llenó de materiales, la Pita enrollaba una tela con un estampado de bicicletas. Su cabeza ladeada, apoyaba el celular sobre su hombro estrecho.

-¿Qué hacés tan temprano? -me dijo bajito tapando el celular con una mano.

-Necesito una concha donde guardarme.

La Pita, como siempre, estaba hecha un nudo porque los pedidos le entraban sin descanso. Cortó la llamada y me llevó hasta la cocina.

-¿Qué pasó Tito?

-Pasa que rebasó el canasto. Me fui de la casa, dejé a Carla y a Susy… necesito un lugar donde quedarme.

-¡¿Vos sos pelotudo?! ¿Te crees que sos un nene? no podés dejar a la pequeña Susy pagando por tus...

-Carlitos no me lo dijo, pero tampoco me lo reprochó… -interrumpí.

-Es que a ese boludo la mujer le mermó hasta las ganas de juzgar 
-dijo severa.

Sirvió café. Se acomodó el paño que llevaba en el cuello y, mirando hacia la ventana, replicó:

-No te preocupes boludo. Si querés una concha, aquí tenés.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Preguntas en la lechuga y el aceite

Me senté al centro. Apenas divise una oportunidad en el rincón, me escapé. Un pelado fornido de andar delicado me trajo la carta. Ausculté entré los precios lo más barato que había. Miré mi celular y, como aun quedaba una hora y veinticinco minutos, decidí que debía pedir algo digno del tiempo que permanecería sentado.

-Un cortado y un sándwich de queso fundido con jamón, por favor –dije al garzón.

Mientras esperaba el pedido, observé el local. Las paredes estaban cubiertas de hojas de revistas y noticias de diarios antiguos. No sé si fue idea mía o me pareció que todas las noticias reivindicaban a la mujer.

“Bonito efecto el de las hojitas pegadas en la pared”, pensé sin querer.

Llegó mi café y mi sándwich. Estuve a punto de decirle al pelado que el pedido era equivocado. Pero no. Miré con detención. Sobre un plato que tenía la forma de nave extraterrestre, adornados sus bordes con merken y su fondo con un aceite de oliva mezclado con orégano y una lechuga, estaba el sándwich de queso fundido con jamón. Partido en dos.

Me tomé el cortado en dos sorbos. Inmediato, con una especie de culpa por tener que desarmar aquella obra de arte culinaria, comencé a comer el sándwich. Mil veces había comido pan con queso y chancho. Pero nunca un pariente tan estiloso como el que me estaba comiendo en ese momento. Pasaba el cuchillo con delicadeza, untando cada trocito de fundido con el aceite y el merken. Y agregaba un pedacito de lechuga. Eso sí, procurando que no se note el recorte.

En un principio me dio remordimiento pagar mil ochocientos pesos por una hallulla con jamón y queso. Pero luego, cuando el sabor fresco invadió mi paladar y el lugar y la atención cobraron una suerte de sentido que lo elevaba, sentí que su valor podría haber sido mucho más.

Pensé, de pronto, que si a las cosas simples le agregaba un toque sofisticado, como al sándwich, podría hacer grandes obras. O quizás, me rebatí en el mismo instante, los toques ocultaban falencias de base. No sé. El asunto del arte y la escritura se me coló entre el aceite y la lechuga... ¿qué plataforma será más adecuada para publicar textos? ¿Alguien lee en estos días? Se ha hecho y se sigue haciendo mucho por el color... y las letras, la grafía ¿qué pasa con ellas? ¿Qué tipo de plato y especias se debe adherir a las palabras para que la gente las tome en cuenta? 

martes, 30 de septiembre de 2014

lunes, 22 de septiembre de 2014

La vida como fastidio


Quizás porque el nombre ya no daba sentido con los asuntos escritos o porque los asuntos escritos contornearon, sin querer, otro nombre.
Quizás porque las motivaciones que lo irguieron ya no son tan fastidiosas.
Quizás porque llamarse Fabián Elías implica un trato más serio con los lectores.
Quizás porque la desvergüenza ganada con el tiempo quiere asumir a este conjunto de textos por el propio nombre.


Mejor digamos que hoy se me ocurrió cambiar el nombre de mi blog porque en algún lugar de mi cabeza ocurrió un corte de circuitos.

Doy las gracias a la Maca, mi pequeña ilustradora, por darle forma a esta marca. Y por supuesto, por darle (aun no lo sabe) la forma a la que viene.

miércoles, 9 de julio de 2014

Dejar constancia III

Como dijera Casciari en uno de sus post Orsai, o probablemente mucho antes algún otro escritor, me es imposible remontar la pluma en cualquier otro escritorio que no sea el mío. Sin percatarlo, mi ejercicio de escritura ha adquirido cierta formalidad, cierto ritualismo.

I. Doblar una frazada verde hasta volverla un cuadrito y ponerla sobre el asiento para que mejore mi altura.

II. Prender el plato de la encimera para que debes en cuando caliente mis dedos fríos.

III. Encender el hervidor para tomarme una hierba, un té o un café (la elección y la frecuencia dependerá del estado vigilante en que me encuentre).

IV. Encender el notebook, y ocuparlo hasta que se descargue la batería (conectar el cargador cuando esté en cero).

V. Desandar cada paso anterior y dormirme pensando que lo hecho pudo ser más.

viernes, 4 de julio de 2014

Anonimato y soledad

Ely sentía angustia porque el lugar en donde trabajaba le resultaba incómodo. Todavía cuando había establecido algunas normas e intervenido los espacios con algunas plantas, no podía quitar de su mente la asociación que hacía con los CCP del centro de Santiago.

-Vamos por el principio -dijo el doctor- ¿Qué sabe de los CCP?

-La verdad es que, como comprenderá, nunca he asistido a uno. Lo único que conozco de ellos es lo que se deja entrever por la abertura de sus puertas. Las luces parciales, la música fuerte… el olor a cigarro.

-Entonces, usted se ha dedicado a investigarlos…

-Bueno… no se… en realidad… he invertido algunas mañanas frente a sus vidrios polarizados.

-Y… ¿qué opina de la gente que los visita?

-Los que frecuentan esos lugares son…. cómo decirlo… son personas sedimentadas… Son como el aliento de un fumador: inclusive si se lavaran los dientes no sería posible quitarles el olor a tabaco.

-Y qué me dice del lugar donde usted trabaja.

-Es un espacio muy amplio… cuenta con diez cubículos y en cada uno de ellos hay una torre, una lámpara y un cartel de advertencia con los sitios prohibidos de visitar… Está demás decir que están cubiertos por una cortina.

-Y… ¿qué opina de la gente que la visita?

-En general son hombres maduros que se enclaustran por tiempo prolongado… Vaya a saber qué es lo que miran.

-¿No dijo usted que había carteles anunciando los sitios prohibidos?

-Si… pero aunque tuviéramos un control central, nadie llegaría a saber de sus intenciones. Ocurre lo mismo con los CCP… Los vidrios polarizados, al igual que los cubículos, son espacios cerrados que, en sustancia, esconden.

-Entonces…

-¿No cree lo mismo que yo? ¿No cree que la maldad emerja del anonimato y la soledad?

El doctor se quedó pensando. Ambos se tomaban un café.

lunes, 30 de junio de 2014

Mejor compañía

"...porque un paisaje es mejor compañía", dijo una actriz por la televisión.

Mientras revolvía tres huevos en el sartén, Paúl escuchó aquellas palabras y volvió su atención a la comedia. Sonó una música incidental y la actriz, desde su balcón, estiró sus brazos al cielo, como en función de libertad. El plano de la cámara se fue alejando de la escena hasta transformar a la mujer en un punto en medio de la ciudad. Vinieron comerciales. 

Se acercó hasta la ventana. El edificio vecino se apostaba como una muralla entre su balcón y el posible paisaje. Hasta ese momento, Paúl había pensado que vivir al borde de las sombras sólo traía beneficios: dormir sin que la luz ni el tráfico de la calle lo molestara y espiar cuanta historia contuviera la abertura de la cortina. Pero ahora, la sentencia "porque un paisaje es mejor compañía" lo descubría incómodo a una nueva perspectiva.

Una brisa tostada se incrustó en su nariz. Ligero salió de la ventana, pasando a llevar con su codo el fierro de la cortina. La televisión propagandeaba una marca de automóviles que aseguraba, en palabras del locutor, "pasión y libertad". Aleteando sus dedos como una gallina, tomó el sartén caliente y lo retiró del plato de la cocina. Pero ya era tarde: la yemas convulsionaban en el fondo del sartén, junto a sus claras ahora oscuras. 

Se sentó en la mesa con su cena alternativa. Miró hacia el frente, por la ventana descubierta. En un departamento vecino un hombre leía en su escritorio. Su mujer, en tanto, iba y venía por la pieza como un pajarito. De pronto, ella se posó tras sus espaldas y lo envolvió con sus brazos blancos. 

Las caricias de la pareja fueron progresando de manera vertiginosa. Paúl, expectante por el devenir de aquella escena, recordó a la actriz. A los paisajes y a las mejores compañías. Y apagó la televisión. 

viernes, 27 de junio de 2014

La abstinencia del No

Podría vivir con las obsesiones a cuestas:

Direccionar mis pensamientos vagos 
como un misil que persigue a un único objetivo.

Pasar más horas de vigilia que de descanso. 

Sufrir esas ensoñaciones que tumbado sobre la cama
dibujan un cielo café con textura de roca cayendo sobre mí. 

Recuperarme del edifico con forma de castillo 
construido con el deseo de una idea 
que se arrumba al chocar con la realidad de las cosas.

Podría vivir con las obsesiones a cuestas:
Pero cuesta.

miércoles, 18 de junio de 2014

El Trovador del gol

Antes que el "Trovador del gol", relator de los partidos de fútbol en radio ADN, mostrase su voz y su figura reales por televisión, me lo imaginaba como a un viejo gigante de unos cien años, cuyo rostro erguía en su centro una nariz del porte de un buque y unos dientes amarillos. No sé por qué me lo imaginaba -disculpando la expresión- como a un monstruo que mezclaba en apariencia a Shrek y Hulk juntos, pero con vocación periodística-deportiva.

lunes, 9 de junio de 2014

No lo creerán

Si les cuento lo que sucedió ayer a los pies de un álamo joven y despeinado mientras paseaba a mi perro de dudosa estirpe y cuyo nombre es "Perro" por la huella que corre tras la cerca de alambres púa que hizo mi tío carpintero y pensaba en la mezquindad del sol que tan pronto se esconde bajo las polleras del invierno, seguro no lo creerán... no, no lo creerán.

El Perro se meó.



lunes, 2 de junio de 2014

Dejar constancia II

La sinvergüenzura de publicar historias verdes, de las que no se ha tenido el tiempo de desarrollar sus tramas, deja a sus protagonistas libres de transitar por el espacio que deseen; sea éste en la imaginación del público, sea éste en la imaginación del creador. También -en la mayoría de las veces- naufragar y perderse entre las páginas de internet.

jueves, 29 de mayo de 2014

Ana María Sierpes II

ASEO

Espada y escudo en mano, Juan José se alistaba para asear el pasillo de los directores. Los azulejos de color plomo con que se dividía uniforme el piso, le daban una referencia para organizar su labor. "Cuarenta cuadrados hacia adelante, seis cuadrados hacia el costado", pensaba Juan José, y enseguida remojaba la mopa en el tacho y la deslizaba por la superficie. Mientras tanto, Ana María Sierpes, con su indolencia habitual, limpiaba las paredes blancas, que junto a las cerámicas plomas, daban al lugar un paisaje parecido al de un hospital público.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Ana María Sierpes I

POR LAS MAÑANAS

Juan José llegaba una hora antes del inicio de cada jornada. Encendía la estufa a parafina, desenvolvía su sándwich de pernil y cebaba unos mates mientras repasaba las tareas del día. El olor del combustible proveía al cuartucho de una masa flotante e invisible, donde revolvía sus pensamientos. "La Martita... donde estará la Martita", pensaba Juan José por las mañanas, sosteniendo en su mente la figura de aquella mujer hasta su fugaz disolución, cuando alejaba la bombilla de sus labios, levantaba la tetera y volvía a verter el agua sobre el tarrito con la yerba.  

jueves, 8 de mayo de 2014

Benji, héroes de la patria III

VIDA FAMILIAR    

Salvo un tío abuelo cuya carrera de carabinero había terminado una noche de luna llena, cuando fue sorprendido dentro de un guanaco disparando una pistola que no era la de servicio precisamente; o un primo de apellido Pérez, con intentos infructuosos por entrar a la escuela de oficiales de la armada, el resto de los familiares de Benji nada tenían que ver con la salvaguardia de la nación. Su papá, acérrimo apostador, se había ido de la casa cuando él tenía tres años. Su madre, de oficio diseñadora, no albergaba en su vida la rigidez. 


Dibujado por Maca
Ilustrado por Maca

miércoles, 7 de mayo de 2014

Benji, héroe de la patria II

CALENDARIO

A comienzos de cada mes, su profesor colgaba un calendario con los eventos conmemorativos. Benji se acercaba inmediatamente al diario mural y los anotaba en su cuaderno. Si es que el mes se privara de alguna hazaña o, en su defecto, no la hubiera (cosa impensada para Benji), volvía a su puesto con el pelo encrespado de tanto tirárselo y se quedaba en silencio, sin obedecer instrucción del profesor. 


Dibujado por Maca
Ilustrado por Maca

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martes, 6 de mayo de 2014

Benji, héroe de la patria I

AFICIÓN

Benji sentía una afición descarnada por los símbolos patrios. Cada lunes por la mañana, se alistaba a la cabeza de la fila para presenciar el acto cívico. Sus compañeros de curso combatían la quietud comentando en secreto las últimas versiones de los juegos online. A Benji, en cambio, nada más le importaba. Con la actitud de un soldado raso, erguía su cuerpo y su vista inmóviles hacia un punto fijo y esperaba los primeros acordes del himno nacional. 


Dibujado por Maca
Ilustrado por Maca

sábado, 19 de abril de 2014

Melodía certera

Insistía sobre las teclas y la melodía se dibujaba en su imaginación cada vez más imprecisa. Dejaba el instrumento en el suelo y cambiaba de postura. Se sentaba en la silla contigua. Se tendía sobre la cama. Con los brazos abiertos, inhalaba una bocanada de aire. Aire para extraer una melodía certera. Impulso, pensaba inocentemente, distinto al de sus dedos insistiendo sobre las mismas teclas.

miércoles, 16 de abril de 2014

La Vieja

     La vieja se sentaba en la escalera de la iglesia, en la orilla, al lado de un pilar de madera. Hubiera frío, viento o llovizna, la vieja esperaba para escuchar los comentarios de quienes erguían espíritus recién colmados."¿Te fijaste en el escote que llevaba la Rosana?", le preguntaba una señora a otra, con voz silenciada. "El curita habla un poco golpeado", le decía un señor a su mujer, mientras sujetaba su bufanda sobre la boca.

La vieja escuchaba aquellos comentarios y lanzaba una mirada punzante. Los colmados ni se inmutaban; recibida la apelación, le devolvían gestos de extraña candidez.

La vieja, enojada, murmuraba a sí misma: "sólo dios sabe qué abona en el corazón de sus fieles".



Dibujado por Maca
Dibujado por Maca


Ilustrado por Maca



miércoles, 9 de abril de 2014

Las dos sillas

    Como un par de ancianos que repasan los culos que han montado, en lo ancho (y en lo largo, por supuesto), las sillas azules descansan sobre la pared. Reposan de la vida que ha sido siempre en "L" y en la que han debido, con el ardor de quienes tienen claras sus vocaciones, sostener la humanidad. Una humanidad que a veces se ha presentado desaseada. Otras, desvergonzadamente sonora.

martes, 8 de abril de 2014

Dejar constancia

La idea de este post es dejar constancia que, desde hoy, germinará un gran proyecto...


¿Sobre qué? No es posible saberlo, aún.