miércoles, 9 de julio de 2014

Dejar constancia III

Como dijera Casciari en uno de sus post Orsai, o probablemente mucho antes algún otro escritor, me es imposible remontar la pluma en cualquier otro escritorio que no sea el mío. Sin percatarlo, mi ejercicio de escritura ha adquirido cierta formalidad, cierto ritualismo.

I. Doblar una frazada verde hasta volverla un cuadrito y ponerla sobre el asiento para que mejore mi altura.

II. Prender el plato de la encimera para que debes en cuando caliente mis dedos fríos.

III. Encender el hervidor para tomarme una hierba, un té o un café (la elección y la frecuencia dependerá del estado vigilante en que me encuentre).

IV. Encender el notebook, y ocuparlo hasta que se descargue la batería (conectar el cargador cuando esté en cero).

V. Desandar cada paso anterior y dormirme pensando que lo hecho pudo ser más.

viernes, 4 de julio de 2014

Anonimato y soledad

Ely sentía angustia porque el lugar en donde trabajaba le resultaba incómodo. Todavía cuando había establecido algunas normas e intervenido los espacios con algunas plantas, no podía quitar de su mente la asociación que hacía con los CCP del centro de Santiago.

-Vamos por el principio -dijo el doctor- ¿Qué sabe de los CCP?

-La verdad es que, como comprenderá, nunca he asistido a uno. Lo único que conozco de ellos es lo que se deja entrever por la abertura de sus puertas. Las luces parciales, la música fuerte… el olor a cigarro.

-Entonces, usted se ha dedicado a investigarlos…

-Bueno… no se… en realidad… he invertido algunas mañanas frente a sus vidrios polarizados.

-Y… ¿qué opina de la gente que los visita?

-Los que frecuentan esos lugares son…. cómo decirlo… son personas sedimentadas… Son como el aliento de un fumador: inclusive si se lavaran los dientes no sería posible quitarles el olor a tabaco.

-Y qué me dice del lugar donde usted trabaja.

-Es un espacio muy amplio… cuenta con diez cubículos y en cada uno de ellos hay una torre, una lámpara y un cartel de advertencia con los sitios prohibidos de visitar… Está demás decir que están cubiertos por una cortina.

-Y… ¿qué opina de la gente que la visita?

-En general son hombres maduros que se enclaustran por tiempo prolongado… Vaya a saber qué es lo que miran.

-¿No dijo usted que había carteles anunciando los sitios prohibidos?

-Si… pero aunque tuviéramos un control central, nadie llegaría a saber de sus intenciones. Ocurre lo mismo con los CCP… Los vidrios polarizados, al igual que los cubículos, son espacios cerrados que, en sustancia, esconden.

-Entonces…

-¿No cree lo mismo que yo? ¿No cree que la maldad emerja del anonimato y la soledad?

El doctor se quedó pensando. Ambos se tomaban un café.