miércoles, 28 de mayo de 2014

Ana María Sierpes I

POR LAS MAÑANAS

Juan José llegaba una hora antes del inicio de cada jornada. Encendía la estufa a parafina, desenvolvía su sándwich de pernil y cebaba unos mates mientras repasaba las tareas del día. El olor del combustible proveía al cuartucho de una masa flotante e invisible, donde revolvía sus pensamientos. "La Martita... donde estará la Martita", pensaba Juan José por las mañanas, sosteniendo en su mente la figura de aquella mujer hasta su fugaz disolución, cuando alejaba la bombilla de sus labios, levantaba la tetera y volvía a verter el agua sobre el tarrito con la yerba.  

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