miércoles, 9 de julio de 2014

Dejar constancia III

Como dijera Casciari en uno de sus post Orsai, o probablemente mucho antes algún otro escritor, me es imposible remontar la pluma en cualquier otro escritorio que no sea el mío. Sin percatarlo, mi ejercicio de escritura ha adquirido cierta formalidad, cierto ritualismo.

I. Doblar una frazada verde hasta volverla un cuadrito y ponerla sobre el asiento para que mejore mi altura.

II. Prender el plato de la encimera para que debes en cuando caliente mis dedos fríos.

III. Encender el hervidor para tomarme una hierba, un té o un café (la elección y la frecuencia dependerá del estado vigilante en que me encuentre).

IV. Encender el notebook, y ocuparlo hasta que se descargue la batería (conectar el cargador cuando esté en cero).

V. Desandar cada paso anterior y dormirme pensando que lo hecho pudo ser más.

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