viernes, 24 de octubre de 2014

La concha de tu hermana

Por el citófono.

-¡La concha de tu hermana! ¡dejame terminar el encargo de bikestreet y sigo con vos! ¡¿Me entendés?!… Emm, ¿aló?

-Pita querida… Soy yo, Tito... dejate de repartir conchas que no son tuyas y abrime la puerta.

Entré.

Apoyando sus dos manos sobre un mesón llenó de materiales, la Pita enrollaba una tela con un estampado de bicicletas. Su cabeza ladeada, apoyaba el celular sobre su hombro estrecho.

-¿Qué hacés tan temprano? -me dijo bajito tapando el celular con una mano.

-Necesito una concha donde guardarme.

La Pita, como siempre, estaba hecha un nudo porque los pedidos le entraban sin descanso. Cortó la llamada y me llevó hasta la cocina.

-¿Qué pasó Tito?

-Pasa que rebasó el canasto. Me fui de la casa, dejé a Carla y a Susy… necesito un lugar donde quedarme.

-¡¿Vos sos pelotudo?! ¿Te crees que sos un nene? no podés dejar a la pequeña Susy pagando por tus...

-Carlitos no me lo dijo, pero tampoco me lo reprochó… -interrumpí.

-Es que a ese boludo la mujer le mermó hasta las ganas de juzgar 
-dijo severa.

Sirvió café. Se acomodó el paño que llevaba en el cuello y, mirando hacia la ventana, replicó:

-No te preocupes boludo. Si querés una concha, aquí tenés.

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