miércoles, 10 de diciembre de 2014

Lo que piensa Michelle mientras toma el té

Es fácil esquivar las balas tras tus hombros, Peñailillo ¡Qué reserva de hombre! Me duelen las orejas. La escarcha de la mañana se parece al hielo con que Rodrigo se apresta frente al micrófono… “el modo de actuar se ciñe a los lineamentos de nuestro plan… de ahí en más, todo es especulación” ¡Qué certero! Sofía anda muy distraída. No la culpo, los hombres concisos son capaces de distraer a cualquier mujer. Mi padre, por ejemplo, era un hombre conciso. No escatimaba tiempo en meditar soluciones, y sus respuestas eran siempre muy precisas. Recuerdo a mi mamá consultándole su parecer frente a cualquiera problema. Ella, mirándolo con detención, como queriendo adivinarlo. Él, concentrado, ajustando sus pensamientos, milimétricamente. A veces creo que su semblante indagatorio era a propósito, y escondía una leve pretensión... esa sabiduría aparente en la que mi mamá sentía tanta seguridad. Los medios no valoran la concisión, siempre sospechan. Tras respuestas precisas deducen que: o hay fundamentalismo o hay falta de argumentos. Rodrigo, sin embargo, no se ciñe a ninguna de las dos. Es certero, es brillante. Su tono de voz y la forma en que modula las palabras podrían disfrazar hasta una burrada. Le ha hecho bien el nuevo cargo. No me refiero a que antes lo hiciera mal. Sólo que su vieja melena le daba un aire poco serio. Hoy, la gomina lo dota de pulcritud. Y le suma edad... Se parece a un morocho alemán que conocí en una de las reuniones de partido cuando estuve en el exilio, en Berlín. Claro, en aquella época no había tiempo ni energías para mirar a los hombres con otros ojos que no fueran los de la lucha. Además, estaba casada con Jorge. Tuvimos al Panchito y tiempo después nuestro matrimonio empezó a deteriorarse. No es la falta de romance la que termina por diluir los sentimientos, sino la fuerza con que la historia te aplasta. Algunas parejas salen vivas porque enraízan un sentido común, una dirección. Las otras irremediablemente remarcan un abismo. La Sofi me preocupa. El Nico, su pololo anárquico, se parece mucho a Alex en su juventud. Aunque, lógicamente, con menos sustancia. Hoy los cabros parecieran revelarse ante un pitito. En mis años, en cambio, Alex y yo nos enfrentábamos al estallido de las bombas... ¿Qué será de Alex? 

A estas horas Rodrigo debe estar ajustando el discurso de Elizande. ¡Puchas qué le falta a Elizalde!... ¡Puchas qué le sobra a Rodrigo!

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